martes, 10 de diciembre de 2013

Intervención en la celebración del día de los DD HH en el Centro de la Memoria- dic 10 2013




Buenas tardes.
Las celebraciones están acompañadas siempre con gestos de memoria. Cuando recibí la amable invitación a participar en este evento en calidad de trabajador del cine documental, inmediatamente entré en una actitud de exploración retrospectiva de mis producciones y  me llené de recuerdos.

¿Cuáles imágenes serían apropiadas para dar un asomo de lo que significa el aporte de los documentalistas en la defensa de los derechos humanos? Es tan amplia la gama de lo que cobija el término documental que opté por privilegiar alguna muestra donde lo genérico desapareciera y pudiese decir, cómo en mi caso me involucro en la causa.

Entre los muchos relatos que dan cuenta de personajes, comunidades, acontecimientos de nuestra historia reciente, historia que entremezcla la infamia y la dicha, en los que he participado oficiando en uno u otro cargo, vino a mi memoria un pequeño relato audiovisual que data del año 2000, cuando el país pasaba por uno de esos momentos de violencia desmedida, entre los tantos que nos ha tocado vivir,  y, por allá, en el fondo de mí mismo, me preguntaba ¿qué tengo que ver con todo esto? ¿cómo soy yo parte de este conflicto? ¿cómo con mis actos cotidianos ayudo a avivar el fuego del desastre?

Recordé “Manual de intolerancia”, un corto en el que a la manera de una confesión pública cuento, utilizando un narrador en primera persona, una serie de anécdotas que ilustran, en mi calidad de ciudadano medio, de mestizo con aparente dominante de raíces blancas, de paisa cualquiera, de cristiano de bien, de hincha eufórico, de colombiano del montón,  cómo soy un violador “natural” de los derechos humanos. Cómo hago parte, o hacemos, extendiendo la lectura del yo, de una sociedad forjada desde un principio en actitudes de intolerancia con respecto al otro, al diferente, al que no se asemeja al modelo instaurado en el poder.  

De un mundo en el que si uno pasa la lista,
encuentra que por mucho que uno en defenderlo insista,
por sus poros exhala un halo clasista, racista, machista, sexista

Nuestro oficio de documentalistas construye y explora imágenes que denuncian, generan dudas, amplían la lectura de nuestro tiempo, incluso, a veces, osan proponer acciones que suponemos cumplen una función de sanación. En este caso, recurre a utilizar algunas que han sido el referente obligado, y muchas veces trillado, de  nuestra historia. Iconografías que desafortunadamente han perdido su peso por repetición, por la banalización del mercado que las moldea, que las hace parte de la avalancha de imágenes de consumo que día a día inundan las ventanas de difusión en las  que alimenta al gran devorador audiovisual en el que nos hemos convertido. Las reordena con una sínica actitud ingenua, con el propósito de recargarlas con su propio peso.

Me pareció pertinente traerlas a este recinto esperando que le hablen a cada cual, que más allá de afianzar ese título  de defensores oficiales de los derechos humanos que somos, o nos pretendemos, pasemos de nuevo una revisión en nuestras actitudes cotidianas y detectemos los restos de intolerantes, de agresores, que dormitan o a veces se levantan y se manifiestan en nuestro accionar social.

Muchas gracias.
Diego García Moreno