Buenas tardes.
Las celebraciones están
acompañadas siempre con gestos de memoria. Cuando recibí la amable invitación a
participar en este evento en calidad de trabajador del cine documental,
inmediatamente entré en una actitud de exploración retrospectiva de mis producciones
y me llené de recuerdos.
¿Cuáles imágenes serían apropiadas
para dar un asomo de lo que significa el aporte de los documentalistas en la defensa
de los derechos humanos? Es tan amplia la gama de lo que cobija el término
documental que opté por privilegiar alguna muestra donde lo genérico
desapareciera y pudiese decir, cómo en mi caso me involucro en la causa.
Entre los muchos relatos que dan
cuenta de personajes, comunidades, acontecimientos de nuestra historia
reciente, historia que entremezcla la infamia y la dicha, en los que he
participado oficiando en uno u otro cargo, vino a mi memoria un pequeño relato
audiovisual que data del año 2000, cuando el país pasaba por uno de esos
momentos de violencia desmedida, entre los tantos que nos ha tocado vivir, y, por allá, en el fondo de mí mismo, me
preguntaba ¿qué tengo que ver con todo esto? ¿cómo soy yo parte de este
conflicto? ¿cómo con mis actos cotidianos ayudo a avivar el fuego del desastre?
Recordé “Manual de intolerancia”, un corto en el que a la manera de una
confesión pública cuento, utilizando un narrador en primera persona, una serie
de anécdotas que ilustran, en mi calidad de ciudadano medio, de mestizo con
aparente dominante de raíces blancas, de paisa cualquiera, de cristiano de
bien, de hincha eufórico, de colombiano del montón, cómo soy un violador “natural” de los
derechos humanos. Cómo hago parte, o hacemos, extendiendo la lectura del yo, de
una sociedad forjada desde un principio en actitudes de intolerancia con
respecto al otro, al diferente, al que no se asemeja al modelo instaurado en el
poder.
De un mundo en el que si uno pasa la lista,
encuentra que por mucho que uno en defenderlo insista,
por sus poros exhala un halo clasista, racista,
machista, sexista…
Nuestro oficio de
documentalistas construye y explora imágenes que denuncian, generan dudas,
amplían la lectura de nuestro tiempo, incluso, a veces, osan proponer acciones
que suponemos cumplen una función de sanación. En este caso, recurre a utilizar
algunas que han sido el referente obligado, y muchas veces trillado, de nuestra historia. Iconografías que
desafortunadamente han perdido su peso por repetición, por la banalización del
mercado que las moldea, que las hace parte de la avalancha de imágenes de
consumo que día a día inundan las ventanas de difusión en las que alimenta al gran devorador audiovisual en
el que nos hemos convertido. Las reordena con una sínica actitud ingenua, con
el propósito de recargarlas con su propio peso.
Me pareció pertinente
traerlas a este recinto esperando que le hablen a cada cual, que más allá de
afianzar ese título de defensores
oficiales de los derechos humanos que somos, o nos pretendemos, pasemos de
nuevo una revisión en nuestras actitudes cotidianas y detectemos los restos de
intolerantes, de agresores, que dormitan o a veces se levantan y se manifiestan
en nuestro accionar social.
Muchas gracias.
Diego García Moreno